Se que no fui tu mayor deseo, se que tú esperabas con ansia la llegada de otra persona totalmente diferente a mi, se, muy a mi pesar, que estabas demasiado bien antes de que yo llegara y sin embargo, aún presintiéndolo en las más profundas entrañas de mi interior me armé de valor y quise salir para poder conquistarte...
Como recién llegada del mismo cielo y entre nubes de algodón irrumpí en tu vida con un suspiro sin preguntarte siquiera si era eso lo que tú deseabas, aunque verdaderamente te digo que poco podía hacer al respecto.
Llegué con ilusión, con ganas de vivir, vivir a tu lado, junto a ti, pero parece ser que tus opiniones diferían notablemente de las mías... lo seguí intentando, resistí, no tiré la toalla NUNCA, aunque he de reconocer que tampoco te lo puse demasiado fácil...
Ya no estabas solo, no eras el centro de atención, ahora tenías que compartir mínimamente tu vida y tu tiempo conmigo, quisieras, o no. Era tu destino, el mio... el NUESTRO.
En ocasiones, mi mirada de complicidad era retraida por gestos incomprensibles, no obtenía apenas respuestas, la distancia entre nosotros era tan pequeña pero a la vez tan grande. Y es que mis llantos caprichosos y mi llegada inesperada fueron algunos de los motivos por los que a tan corta edad no supiste afrontar. Lo siento.
Pasaba el tiempo y la distancia entre ambos se hacía más y más grande... tú andabas ausente y reprochabas a dios la desdicha que te había caído directamente del cielo, un envío urgente que por equivocación habían mandado a tu propia casa, a tu entorno sin nisiquiera solicitarlo. Clamabas de forma incesante y diaria que si el dueño de ese paquete sorpresa oía tus súplicas, por favor viniera a recogerlo, que la broma ya había llegado demasiado lejos.
Yo, sin embargo, en el otro lado dejaba pasar los días sin poder decirte que mis dueños estaban muy ligados a los tuyos, un secreto a voces que quería compartir contigo pero que evidentemente tenías que descubrir por ti mismo. En el fondo tampoco éramos tan diferentes.
Es ahora cuando comprendo porque tardaste tanto en aceptarme, porque tu mirada solitaria y perdida cambió con el paso de los años, porque ahora estás a mi lado a cada momento, con tu apoyo incondicional, tu orgullo hacia mi que pocas veces muestras pero que se que muy a menudo sientes, tus palabras de aliento y calidez que me sugieres cada vez que te diriges a mi, tu espíritu protector que demuestras sin querer en cada acto que realizas... y tantas otras cosas...
Te conozco y es que son tantos años junto a ti que sería delito no hacerlo, se que la transparencia reflejada en tus ojos no quiere decir nada más que eso, que en realidad nos unen muchas más cosas que la aparente casualidad a la que haces referencia o por lo menos hacías, que nuestras diferencias demostradas y patentes constituyen el vínculo perfecto que encaja sin problemas enlazando dos cuerpos unidos por la calidez de una sangre que corre de igual forma por nuestras venas.
Que puedo decir con orgullo y con enorme satisfacción que al fin he logrado conquistarte, que bajo esa apariencia dura e intrasferible que intentas transmitir se encuentra alguien deseoso de cariño fraternal, que todo el tiempo y esfuerzo invertidos durante algunos años han merecido encarecidamente la pena, que yo te tengo a ti así como tu me tienes a mi de por vida, que tu mirada perdida ha encontrado a quien observar, y es que aunque nunca te lo diga, aunque me cueste expresar mis sentimientos y pensamientos hacia ti, me haces mucha falta, la admiración que por ti siento supera con creces los años perdidos, que aunque no estes tan a menudo como me gustaría te tengo constantemente presente en mi cabeza y en mi corazón, mi gran pilar, que sin ti yo no valgo... en definitiva... que te quiero mucho hermanito.

No hay comentarios:
Publicar un comentario